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“Nunca antes se había visto esto”

Los ángeles se caen del cielo. Y cantan al sonido de la Filarmónica. Encima de los adoquines, la gente baila. Álamos es un río de humanidad. La congregación alegre para el cierre del Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT), en su trigésima tercera edición.

Poco antes de la hora programara, las 10:30, en el umbral del Callejón del Beso, sobre el escenario ya dispuesto, el vocalista saluda y advierte a manera de canto que el concierto comienza.

La analogía de un cardumen que se desplaza por las arterias de la ciudad. Son las 25 mil personas que construyen con sus movimientos una coreografía que se extiende hacia La Plaza de Armas, en el umbral del Templo de la Purísima Concepción, debajo de las terrazas y sus arcos.

No falta uno que otro grupo que trepa las azoteas. Desde allí el baile al compás de las notas que construyen los integrantes de esta orquesta oriunda de Iztapalapa.

La Orquesta Filarmónica de Sonora, bajo la dirección de David Hernández Bretón, se dibuja inminente en el programa general del FAOT. Si la noche de ayer acompañó al tenor Paul Potts, hoy hace lo suyo y acompaña a Los Ángeles Azules.

El grito se hace extensivo cuando ya las notas sugieren la melodía que se ha inscrito en la memoria de los espectadores. Suelta el listón de tu pelo, corea la multitud, la que ya ha establecido un record de asistencia, cantan y bailan esos que son más de veinte mil.

La impresión de la multitud dibuja en los anfitriones, los alamenses, una mirada de furor, la frase de “Nunca en todos los años de festival se había visto esto”, es quizá la enunciación más dicha mientras el reloj de la felicidad late a ritmo de notas y la reacción es baile. Se cimbra la ciudad.

“¿Estás segura que no es un sueño?”, inquiere la damita vestida de negro, allí sobre la calle que se improvisa como área para el baile. La respuesta de su acompañante es una sonrisa y el mejor de los desplantes cuando ya el Cómo te voy a olvidar se convierte en un canto colectivo.

En un impase de la música, el vocalista agradece, enaltece, la participación de la Orquesta Filarmónica de Sonora. En otro momento, ya en el curso vital del concierto, ofrece su gratitud para la Gobernadora del Estado de Sonora, Claudia Pavlovich Arellano, y para el Presidente Municipal de Álamos, Axel Omar Salas. “Nos dijeron que si nos portábamos bien nos traerían para el próximo festival”.

Acto seguido la continuación del repertorio, la música y su congregación de multitudes. La respuesta es un baile que se advierte interminable. Porque después de la última nota de Los Ángeles Azules, los presentes en este cierre del FAOT, siguieron celebrando, desde sus cantos, desde la música programada, una ofrenda perenne y hasta el amanecer.

Cantar fue la consigna. Bailar: la consecuencia irrefrenable. Suelta, el listón de tu pelo…

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