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Internet para todos

Escrito por Antonio Martínez Velázquez

En el año 2009 el estudiante de doctorado turco, Ahmet Yildirim, se quejó de haber sufrido censura colateral cuando sus sitios web alojados en  Google Sites fueron “bajados” repentinamente de la red a causa de una decisión gubernamental: poner fuera de línea aquellas páginas que ofendieran al presidente de Turquía. No era la primera vez que sucedía en aquel país, entre marzo de 2007 y octubre de 2010 Youtube estuvo fuera de línea por orden del gobierno pues se considera un crimen ofender a Mustafa Kemal Atatürk. Al resolver el caso de Yildirim la Corte Europea de Derechos Humanos resolvió que cualquier restricción al contenido sin que estuviera apegada al estricto orden legal constituía una violación a los derechos fundamentales, la resolución de diciembre de 2012 es la primera de una corte internacional que refuerza que el acceso a Internet es un derecho fundamental y que su restricción debe ser la excepción y no la regla.

En el verano de 2004 el gobierno de Kim Jong Il en Corea del Norte decidió bloquear los teléfonos móviles, en aquel año Corea del Sur era la puerta de entrada a la red 3G, sin embargo el gobierno del dictador consideró un peligro que las personas usaran un celular, años más tarde tras su muerte -y en pleno periodo de transición-, el fenómeno volvió a repetirse, los usuarios de móviles se veían como criminales de guerra. En el colmo del cinismo, cuando en el año 2007 Corea del Sur prohibió contenidos de algunas páginas norcoreanas, éstos les llamaron a sus vecinos sureños fascistas.

En septiembre de 2008 BitTorrent demandó al ISP Comcast en EUA al descubrir que el proveedor de servicios de Internet deliberadamente bloqueaba el tráfico del servicio para compartir archivos torrent. La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por sus siglas en inglés) se decantó a favor de la neutralidad de la red y en 2010 en un tribunal de apelaciones se decidió que la práctica del ISP era contraria a la ley.

Entre el 2007 y 2012 vimos en la escena pública mundial arduas batallas para defender Internet “como lo conocemos”, el Acuerdo Comercial Anti Falsificación ACTA, la persecución a Pirate Bay, la batalla local con consecuencias globales que fue la resistencia contra SOPA y PIPA dan cuenta de la actividad reiterada a favor de las posibilidades que brinda la red. Los poderes públicos tienen en éstas batallas un papel fundamental, mientras el gobierno de Obama promueve ACTA y más recientemente el TPP, el parlamento europeo, gracias al trabajo de la sociedad civil, rechazó ACTA y en Brasil desde el 2009 con apoyo del gobierno, la sociedad civil mantiene una conversación pública en la construcción del Marco Civil de Internet.

La historia parece demasiado pública para tratarse de una red privada, probablemente sea efecto mismo de la red: lo público es más público y lo privado cada vez es menos. En el libro Consent of the Networked, Rebeca MacKinnon hace con cierto éxito una radiografía de una batalla épica entre gobiernos, empresas y sociedad civil para tratar de controlar la red, detrás de ello, y quizá lo más valioso del libro es ejemplificar lo que ya sabemos: Internet no es una cosa, es un acuerdo. En palabras de Searls y Weinberger: “La Red no es ingeniería espacial. No es ni siquiera ciencia de sexto grado. Podemos poner fin a la tragedia del Síndrome del Error Repetitivo durante nuestras vidas y economizar unos cuantos billones de dólares en decisiones tontas, si solamente recordamos un hecho simple: la Red es un mundo de extremos. Usted está en un extremo; todo y todos los demás están en los otros extremos”.

Aunque parezca una obviedad Internet no es el teléfono o la televisión o la radio, a diferencia de los anteriores, en la red las personas conectadas pueden verse y ver los espacios que crean para converger (vale la pena leer al académico Mark Graham sobre las metáforas espaciales de la red), producen al mismo tiempo que consumen contenido, influyen en el mismo momento de ser influidos respecto de “x” o “y” tema, tres características básicas hacen a Internet único: nadie lo posee, todos pueden usarlo y cualquiera puede mejorarlo; éstas características lo hacen una plataforma como ninguna otra para ejercer derechos fundamentales como la expresión y el acceso a la información.

El debate en torno a Internet como un derecho humanos es largo y de amplio espectro, como si se tratara de un gran circo se ha desarrollado en varias pistas; no necesariamente conectadas entre sí. En la pista de la academia-divulgación me parece que se ha dado la parte más intensa, desde los primeros ensayos en la década de los 90 se han podido percibir dos corrientes más o menos nítidas, Neil Postman publicó en 1993 Technopoly: the surrender of culture to technology donde cuenta el horror de ser una sociedad moldeada por la tecnología, el hombre como esclavo de sus propios inventos y las consecuencias para la vida pública de ésto; dos años después Nicholas Negroponte publicó Being Digital donde proyecta con optimismo los cambios que tendría la vida del ser humano gracias a la tecnología, dice Negroponte que la era digital “no puede ser negada o ignorada …. Estamos hablando de un cambio cultural fundamental: Computing no es acerca de las computadoras, se trata de la vida, el ser digital no es sólo ser un geek o navegante de Internet o el niño matemáticamente inteligente, en realidad es una forma de vida y va a tener un impacto en absolutamente todo “.

Dos visiones que hasta hoy subsisten: los optimistas de la red y los pesimistas, en nuestros tiempos probablemente las peleas más divertidas entre representantes de ambos lados son las de Jeff Jarvis (optimista) y Evgeny Morozov (pesimista), pese a que existen acuerdos entre ambos bandos hay diferencias irreconciliables: donde unos ven participación otros ven polarización; unos encuentran personalización mientras del otro lado ven fragmentación; los optimistas viven en una villa global mientras los pesimistas habitan islas; unos aseguran que la red forma heterogeneidad a partir de la diversidad mientras los otros aseguran que se reducen estas brechas por lo que se tiende a una incómoda homogeneidad. Así podríamos seguir con cada rubro, hoy veo una generación más ecléctica que toma lo más razonable de ambos mundos para entender a la red, en este sentido Berin Szoka y Adam Marcus en The next digital decade: essays on the future of the internet  compilaron una serie de ensayos que tratan de trazar una ruta de discusión del debate sobre Internet en ésta década, en dicha compilación Adam Thierer replantea salvar a Internet de sus detractores pero también de los optimistas irredentos (el libro completo puede leerse aquí).

La siguiente pista es la de la política internacional, el debate no se circunscribe a un sólo documento aislado, por el contrario se trata de una rica discusión en el seno de varias organizaciones supranacionales, probablemente la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información Ginebra 2003-Túnez 2005 pone la base de una serie de compromisos, conceptos y  líneas de trabajo que se irían desarrollando con los años en los Estados. Más recientemente ha sido la propia Unión Internacional de Telecomunicaciones la que ha puesto en jaque a Internet en su última Conferencia Mundial de Telecomunicaciones Internacionales al excluir a la sociedad civil de la discusión. En éste mismo terreno el reporte del Relator Especial de la ONU para la libertad de opinión y expresión, Frank La Rue, abona a entender en dónde se encuentra Internet como plataforma para ejercer derechos fundamentales, más importante aún la Declaración Conjunta sobre Libertad de Expresión e Internet firmada por el Relator Especial de las Naciones Unidas (ONU) para la Libertad de Opinión y de Expresión, la Representante para la Libertad de los Medios de Comunicación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la Relatora Especial de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la Libertad de Expresión y la Relatora Especial sobre Libertad de Expresión y Acceso a la Información de la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (CADHP); brinda líneas específicas a los Estados para entender y regular la red, ésta declaración ha sido citada en un buen número de sentencias de Cortes internacionales teniendo un impacto claro en el momento de formar criterios y legislación. El punto 6-a. es claro al indicar:

Los Estados tienen la obligación de promover el acceso universal a Internet para garantizar el disfrute efectivo del derecho a la libertad de expresión. El acceso a Internet también es necesario para asegurar el respeto de otros derechos, como el derecho a la educación, la atención de la salud y el trabajo, el derecho de reunión y asociación, y el derecho a elecciones libres.

Si logramos entender lo que se dice, no se privilegia una tecnología sobre otra sino se reconocen las características de la red y con ello se concluye su importancia para el ejercicio de derechos que no un derecho en sí mismo.

Una pista no menos importante es la de la industria del entretenimiento, que ve en la red a un mitológico monstruo marino capaz de destruir todo, que ve en cada usuario de la red un criminal y un enemigo de sus intereses; cuya disposición para corromper a los poderes públicos es tal -y el dinero invertido es tanto- que la última ola de tratados internacionales en materia comercial y de propiedad intelectual, tienen como génesis a Hollywood.

El caso mexicano

El México de la última década no se entiende sin un contexto de violencia generalizado, unos medios de comunicación que no supieron aprovechar la apertura democrática convirtiéndose en caciques al servicio del gobierno, una ciudadanía cada vez más participativa pero con la brújula imantada perdida entre el ser y el deber ser; caso aparte merece lo que Carlos Bravo ha llamado “Calderonismo sociológico” implantado en las reacciones de la sociedad frente a lo público. Tampoco se entiende el país sin voltear a ver un crecimiento económico sostenido-aunque bajo- que ha permitido que más mexicanos tengan acceso a más bienes.

En éste país el acceso a Internet es necesario, a diferencia de EUA y Europa, México (como América Latina) vive una dicotomía interesante: al mismo tiempo que es construida la infraestructura para que las personas se conecten, se discuten en los congresos locales o federal leyes que impactan sobre lo que sucede en Internet. Lo anterior tiene implicaciones importantes en el uso y disfrute de derechos, el día que la mayoría de los mexicanos pueda tener acceso a la red ésta estará mocha y sobre regulada, aquí me pongo la camiseta de optimista y pienso que no podemos legar eso a las nuevas generaciones.

Esta dicotomía hace difícil el activismo a favor de Internet, existe un cierto desprecio por ver a la red como algo que “no nos merecemos”, exclusivo de cierto estrato social y con un raciclasismo implícito: la gente pobre no sabe usar Internet. Las políticas públicas tendientes a incrementar la infraestructura han tenido un claro fracaso, en el año 2006, 20 millones de mexicanos estaban conectados a Internet, seis años después la cifra se duplicó sin embargo no se puede omitir el hecho de que la meta para el año pasado era que 70 millones de mexicanos tuvieran acceso, no hay manera de sancionar a los gobiernos por el incumplimiento de las metas que ellos mismos se ponen.

De acuerdo al libro Bienestar y Consumo (PROFECO, 2012) de José Merino, en México uno de cada cien hogares en el 10% de menores ingresos tiene internet en casa, mientras que 60 de cada 100 en el 10% de mayores ingresos cuenta con este servicio, abunda el autor:

En el periodo analizado, el uso de internet es la clave en la relación entre el consumo y el bienestar, según la información disponible para los usuarios en las redes. En el 10% de menor ingreso, sólo uno de cada 100 tiene internet en casa y no accede a este servicio

fuera del hogar. Solo a partir del decil 2 los individuos acceden en la escuela o en algún otro lugar público. No tiene internet el 50% de los hogares de menor ingreso; sólo lo tienen algunos hogares de los deciles 5 y 6; y todos a partir de los deciles 7 al 10.

Es fundamental entender que México no se puede plantear llegar al año 2015 si tiene a más de la mitad de la población excluida de acceso a internet, sería como tener a la mitad de la población sin poder utilizar las carreteras.

Fuente: Bienestar y Consumo (PROFECO, 2012)

Fuente: Bienestar y Consumo (PROFECO, 2012)

Una realidad es que hay excluidos del acceso a Internet, lo que no sólo aumenta la brecha digital sino la de desigualdad, el Estado debe promover de manera activa el acceso universal a Internet, otros países lo han hecho con buenos resultados en su economía, hay que pensar no en lo que se invierte, sino en cuánto no estamos ganando.  Un estudio de la OCDE demuestra que hay una correlación positiva (0.6) entre el incremento de acceso a banda ancha y el crecimiento del PIB, si bien no es causal es un dato importante al considerar una inversión al respecto.

México se encuentra en un momento en donde los servicios como la banda ancha deben ser una constante y no una excepción, es curioso que la crítica a que todo mundo tenga Internet se de… en Internet!, justamente eso que permite la red debe estar al alcance de todos, los gobiernos locales y federal se han tomado esta tarea como propia en los últimos años, la construcción de los Centros digitales Comunitarios de SEDESOL, la fracasada enciclomedia o los programas de cibercafés en varios estados de la república dan cuenta de ello. El siguiente nivel sería poner el acceso a la banda ancha en una cartera universal de servicios provistos por el Estado, como sucede en los países escandinavos (los medios insisten en repetir “en Finlandia Internet es un derecho humano”) con el fin de generar posibilidades de acceso a la educación, a la salud, al trabajo y al ejercicio pleno de la libertad de expresión y el acceso a la información.

¿Por qué otras tecnologías no cumplen con éste mismo propósito? porque mientras Internet genera visibles espacios comunitarios las otras son de uso exclusivo, una llamada telefónica comunica a dos personas, un intervención en radio o tv comunica a una persona con muchas personas, Internet comunica a muchas personas con muchas personas; esa naturaleza hacen a la red tan importante como el derecho de acceso a una vivienda o a la salud.

Un grupo de ciudadanos pensamos que aprovechando la infraestructura con la que cuenta el Estado, se puede hacer una red pública que de la posibilidad de acceso a todos los mexicanos, conoce la propuesta en http://internetparatodos.mx/ y únete.

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