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Anaconda y la Cuarentena

COMO SERAN LAS NOCHES EN CUARENTENA DEL CORONAVIRUS PARA ESTE HUMILDE ANACONDA?

CUARENTENA VOLUNTARIA O DE LO CONTRARIO, NO NOS VOLVEREMOS A LEER!

ANACONDA
POR:- JOSE RAMON GASTELUM ROCHA
H. CABORCA, SONORA.

Todo el mundo habla del coronavirus, ya cualquier pendejo sale cada mañana y nos inventa un nuevo aspecto de este virus, por las tardes, las noches, las madrugadas, las veinticuatro horas del día y la noche, nos están bombardeando con esta pandemia, que sí, que no, que Mariquita se sabe la o. Que rombo, que romboide, que trapezoide. En fin, un titipuchal de información sin saber si es cierta o falsa, pero ahí está.
Pero lo que si podemos comentar es nuestra estancia en la cuarentena del coronavirus, encerrados en casa, con lo que esto conlleva. Posiblemente sea la más mamona de las columnas que jamás haya hecho este asfixiante personaje, pero es una pequeña parte de la cuarentena que este mortífero coronavirus nos ha obligado a guardar de manera voluntaria, y hay de aquel que no lo haga.
Creo que mi esposa ya ha descubierto a través de los años juntos esa incertidumbre de mis pasos, esos trastornos de humor, también las fisuras de mi memoria, la costumbre que tiene uno de sollozar dormido, pero no los ha identificado como lo que son, signos inequívocos del óxido final, sino como una vuelta feliz a la infancia. Quizá sea esa la razón por la que mi Dama no me trata como a un viejo difícil, sino más bien como a un niño senil, y ese engaño ha sido providencial para los dos, pues nos ha puesto a salvo de la compasión mutua.
Algo más que nos hubiera sido de utilidad a ambos, sin duda es el habernos enterado a tiempo, que era más fácil sortear las grandes catástrofes matrimoniales que las miserias minúsculas de cada día. La verdad es que si algo hemos aprendido de la mano, es que la sabiduría siempre llega cuando ya no nos sirve de nada. De cualquier forma, este humilde Anaconda, cada día despierta con la inocencia de un recién nacido, es decir, que cada día nuevo para un servidor, es un día que se gana.
Mi mujer, me escucha despertar al dar mi primera señal de vida, una tos sin ton ni son, que más bien lo hace uno para despertarla de mal pelito.
Ahí está la mujer oyendo los gruñidos de uno, que los hace tan solo para inquietarla, pero ella sigue escuchando los familiares sonidos mientras busco las pantuflas, que por cierto deberían estar junto a la cama. Me abro paso en la oscuridad hasta llegar al baño. Al cabo de una media o quizá la hora, cuando mi dama ya se ha dormido de nuevo, seguro estoy que me oye regresar a vestirme aun con la luz apagada.
Ella, mi esposa, me escucha, sabedora que ninguno de los ruidos que hago son indispensables, y que los hago a propósito fingiendo lo contrario, al igual que ella finge estar dormida y en realidad esta despierta.
Creo que no hay nadie más elegante para dormir, que mi mujer, con un escorzo de danza y una mano sobre la frente, como tampoco ha de haber nadie más feroz cuando le perturban la sensualidad de creerse dormida y no lo está. Siempre permanece pendiente del menor ruido que haga, y la verdad es que estoy seguro que casi me lo agradece, por el solo hecho de tener a quien echarle la culpa de despertarla a las cinco o seis de la mañana.
Tan son así mis noches y amaneceres de cuarentena coronavirus, que las pocas veces que he tenido que tantear en las tinieblas porque no encuentro las pantuflas de cochito, luego luego me dice con una voz entresueños, “las dejaste anoche en el baño”, para que de inmediato, ya con la voz bien despierta de rabia, me pega un “repazón” gritando, “la peor desgracia de esta casa, es que no se puede dormir”. Entonces se levanta de la cama, enciende la luz, sin la menor clemencia para con ella misma, muy feliz con su primera victoria del día.
Lo cierto es que muy en el fondo, es un buen juego de ambos, mítico y perverso, pero por lo mismo ampliamente reconfortante, o sea, uno de los tantos placeres peligrosos del amor domesticado.
Todo esto con el cuidado necesario para evitar reabrir cicatrices antiguas, evitar que se revuelvan unos resentimientos con otros, y claro, que no se hagan o conviertan en heridas nuevas, porque normalmente y al paso de los años, el matrimonio se da cuenta que en tantos años de lidia conyugal no hace uno más que pastorear rencores, como el más común en casa de este humilde Anaconda cuando va orinar y la dama escucha el ruido del manantial de caballo que se escucha potente e investido de suficiente autoridad (estoy hablando de Anaconda), y al poco rato va y revisa el borde de la taza del baño, que siempre queda mojado después del ritual de orinar, y es un hecho que mi dama, después de casi treinta años, aún no ha logrado resignarse a que un servidor deje el borde de la taza del baño mojada, pese a la debilidad actual del manantial de caballo viejo, sin querer entender que no es descuido personal, sino más bien por una sencilla razón orgánica. Aunque este Anaconda, siempre contribuyendo a la anhelada paz domestica con un acto de secado a los bordes de la taza del baño con papel higiénico cada vez que la uso, que por cierto, este acto, lejos de ser un acto de humildad, es un acto humillante, pero todo sea por la paz doméstica.
La verdad es que a la fecha, y siendo este un tema interesante en algunas mesas de café, me ha llegado la sugerencia de orinar igual que mi pareja, es decir, orinar sentado y se acaban las broncas, como ha venido sucediendo en los últimos días, ya que deja uno la taza limpia, sin humedecer los bordes. Esta fue la solución final al borde de la taza del baño.
Esto es todas las noches, ya se han de imaginar, queridos Anacondistas, como han de ser los días, que más adelante haremos esa catarsis del día, como lo fue con la catarsis de las noches de Anaconda en cuarentena coronavirus, que por cierto deberá ser voluntaria o de lo contrario tendremos mucho que lamentarnos si no lo hacemos a tiempo, porque a nadie nos gusta que nos manden o nos obliguen a hacer lo que sea, así que esto de ponernos en cuarentena para evitar el desparramo del coronavirus, es un hecho que tiene que ser voluntario, y si no es así, creo que no nos volveremos a leer la próxima edición que será cerca, si Mi Poder Superior me lo permite.

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